viernes, 2 de noviembre de 2018

Cuatro años. Es más fácil hablar sobre el amor en cuatro años que han pasado, de polvo acumulado.

Le dijeron hace poco que se había ido, que era otra, que se había perdido. Suponía que conocía el amor,  lo encontró en las flores, en el amigo, en el niño al sol, en el hombro leal, creía  que lo había encontrado tantas veces que cuando de verdad apareció ni siquiera lo notó,  lo dejó entrar, vestido de cordero, le abrió las puertas, lo abrigo, alimentó y cuidó por meses, treinta y dos meses para ser exactos, cuánta vida descuido cuidando al enemigo...

Al final de la tragedia, la barbarie cometida en su contra, se halló sola en el rincón, encogida en posición fetal, ahogando el grito de auxilio, justo el espejo de enfrente le confirmó los rumores, ya no estaba, se había perdido, se fue. 
Esa del rincón, la mutilada,  no estaba 
dispuesta a aceptar la derrota, prefería seguir con el ego pisándole el cuello; la otra, la ausente, muchos tienen la certeza de que anda por ahí, vestida de indigente, caminando sin rumbo, sin motivo. Algunos piensan que volverá,  otros quieren salir a buscarla , los más ya la olvidaron, la bestia incluso, se cansó de ella, en cuánto a mi, si me preguntan, pienso que no está perdida, creo que sabe el camino para volver, casi puedo asegurar que tras de esa maraña de cabello vagabundo, está sonriendo, sabe los pasos exactos que necesita para regresar,  pero no quiere, tal vez, creo, que en aquel olvidó, finalmente encontró la respuesta, no, no era amor, todo el tiempo  lo confundió con su libertad...

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